Aurora Alós es trabajadora social en un centro de día de familia y de infancia y adolescencia. Aunque Alós ha pasado por diferentes ámbitos de actuación del Trabajo Social en los últimos 20 años, sus inicios fueron en un centro de día como en el que hoy trabaja. Ahora ha publicado el libro Una carta a Santa Claus, con el que el Colegio Oficial de Trabajo Social de València (COTSV) ha colaborado. Se trata de un cuento escrito de manera conjunta con su pareja, José Castillo, quien también es trabajador social. Castillo es terapeuta familiar y de pareja, además de estar vinculado al contexto infantil y juvenil desde hace casi dos décadas. De hecho, actualmente, está trabajando en un programa relacionado con la adolescencia en el Ayuntamiento de València. Ambos protagonizan la tercera entrega de L’Entrevista.
¿Por qué hicisteis trabajo social?
Aurora Alós: Cuando estaba en edad de estudiante, a priori, me dispersaba mucho y mi padre me decía ‘tú no vas a ir a BUP, vas a hacer FP’. El hombre, que era muy sabio, me dijo ‘haces un auxiliar administrativo’ porque él era militar. No me gustaba la mecanografía, en cambio, sí me gustaba la contabilidad. Me di cuenta de que no podía trabajar como contable porque tenía que ir a la Universidad. Entonces, en una charla en el instituto, vinieron antiguas alumnas a contarnos su experiencia. Conocí a una chica que nos explicó en qué consistía el Trabajo Social. Tal cual la escuché, me giré y le dije a mi padre ‘eso es lo que quiero hacer’. A partir de ahí me volqué en el Trabajo Social.
José Castillo: Me sorprendí a los veintitantos-treinta años estudiando terapia familiar porque lo que nos planteaban allí era justamente esto. Antes de empezar a trabajar con familias, vas a tener que hacer un trabajo sobre tu propia familia de origen. Una de las grandes preguntas era esa: ‘¿Qué hago yo en este mundo de lo social?’. Fue muy bonito en ese momento empezar a pensar, analizar e investigar sobre ti mismo y sobre tu familia y darte cuenta de que la posición que había tenido uno en la familia era de un cuidador. Era lo que se me pedía en casa, lo que asumía también. Gran parte de mi familia se había dedicado a ello de alguna manera. Nunca tuve dudas de elegir la carrera, cuando todos mis compañeros de instituto sí. No sabía por qué lo tenía tan claro. Fue al tiempo cuando me di cuenta de que el Trabajo Social no es solo cuidado, es mucho más, pero, si me preguntas qué fue lo que me llevó a este ámbito, serían mis orígenes.
¿Qué es lo más fácil de trabajar con este colectivo?
José Castillo: Si hay algo fácil para mí, es aprender de muchos de estos chicos y chicas. Y cuantos más años pasan, más me doy cuenta. Se lo decía hace poco a una pareja de adolescentes: ‘Con estas historias de vida, ¿cómo habéis hecho para tirar adelante?’. El tema del aprendizaje, posiblemente, sea lo más fácil. Hay una parte de grandeza ahí que es fácil ver y empaparse de ello.
Aurora Alós: Lo más fácil siempre ha sido el vincularme con los chavales porque, para mí, ha sido muy importante la primera fase, la acogida, que la gente se sienta a gusto, que puedan abrirse en canal. Siempre ha sido muy importante cuidar el cómo, el cuándo, el dónde. Me ha resultado fácil porque siempre he sido muy cuidadosa con esos detalles. Siempre he sido muy pastel, muy cariñosa cuando se podía abrazar… Es algo que lo he intentado siempre, incluso en momentos que he estado mal. También transmitirlo al equipo con el que trabajo.
¿Y lo más difícil?
José Castillo: Hay montones de cosas que son difíciles. Por nombrar una, se me ocurre cuando yo no estoy bien para enfrentarme a situaciones en las que hay sensaciones de violencia muy grande o tensión emocional. ¿Cómo poder aportar algo a una situación, a un joven, a una familia cuando es una época en la que no te encuentras muy bien?
Aurora Alós: Para mí, lo más difícil es mantener la alegría y la sonrisa en momentos que he estado fastidiada. También oír cosas muy feas y no poder echarte a llorar delante de la persona. A veces, no puedes solucionar lo que tienes delante y simplemente coges la mano y acompañas a la persona. Esa es la frustración que te genera la excesiva burocracia. Ya sabemos que en infancia y familia hay una parte que no puedes hacer tú, que depende de la Administración. Muchas veces son trabas y eso me genera mucha impotencia.
¿Cómo surge ‘Una carta a Santa Claus’?
La historia del proyecto Una carta a Santa Claus nace a raíz de Conchi, quien prologa el libro. Organizó unas jornadas y nos propuso participar como papás adoptivos y como profesionales. Compartimos nuestra experiencia y empezamos a redactar algo a nuestro estilo, con imaginación. Después del éxito que tuvo la historia que habíamos presentado, decidimos evolucionarla y representar a muchos de los niños con los que trabajábamos. Empezamos a construir con un equipo formado por Conchi Martínez y Núria Molina, además de la editorial El Hilo Ediciones, y después de un año salió Una carta a Santa Claus.
¿Cómo fue el proceso de ejecución del libro?
José Castillo: Desde ese momento en el que nos dicen de participar en las jornadas, so montó una especie de grupo de trabajo informal. Núria, quien ilustra el libro, es miembro de la Red Apega, de la que yo también formo parte. Aurora y yo escribíamos desde casa e íbamos modificando.
Aurora Alós: De hecho, el cuento para las jornadas era más corto. Además, nos sorprendíamos porque a Núria le enviábamos el texto y ella hacía el dibujo sin decirle cómo tenía que ser. Lo que a ella le inspiró es lo que dibujó. Nos parecen ilustraciones muy potentes. No le dimos ninguna orientación, fue fluyendo.
¿A quién se dirige ‘Una carta a Santa Claus’?
Aunque puede leerlo cualquier tipo de público, está diseñado, sobre todo, para profesionales que trabajan con niños en situaciones de adversidad temprana o trauma temprano. Está dirigido también a papás y mamás acogedores, adoptivos e incluso profesionales que trabajan en centros de protección, además de profesores. En ocasiones, en el ámbito escolar, se dice que un niño tiene problemas de atención, pero si se observa bien, no es que tenga problemas de atención en todo. En ese sentido, nos gustaría que Un cuento a Santa Claus también llegara al profesorado, cuando se encuentra con niños y niñas con necesidades especiales en el aula. También para chavales adolescentes que se pueden reconocer en esta historia.
¿Quién es Ana, protagonista de ‘Una carta a Santa Claus’?
Ana es una niña que creció como pudo. Ana es una niña que se ve sola, se siente muy sola. Cuando un día le pedimos que representara su mundo interno, cosa que habitualmente hacemos con muñequitos y jugando, que es como lo suelen hacer los niños y niñas, Ana lo representó de la siguiente manera: poniendo una torre, encima a ella, con un bebé en brazos y bajo únicamente tenía la muerte y un fantasma. Ana es una niña que necesita tener el control de todo lo que tiene a su alrededor porque, desde pequeñita, cuando alguien debió garantizarle seguridad, en ese momento, no se la pudo dar. Por propio mecanismo de supervivencia, cuando no me garantizan seguridad en la infancia, yo tengo que garantizarla controlando todo lo que tengo alrededor. Ana es una niña que tiene una memoria sensorial bárbara. Ella sabe que se le retiró de una mujer que dio a luz y se le volvió a retirar de una familia acogedora y luego de otra. Cada vez que ve una mujer o siente su aroma, Ana puede entrar en crisis en determinados momentos, como muchos niños. Ciertas sensaciones se disparan. Ana es una niña que es muy difícil que mantenga la atención, como decía anteriormente. Para Ana, es muy difícil aprender a leer, pero está muy pendiente de qué gestos está haciendo su trabajadora social, por ejemplo. Es exquisita en eso. No deja de ser un mecanismo de defensa. Ana, Ana, Ana… esta Ana ficticia de la que hablamos es una niña muy fuerte porque consiguió tirar para adelante. Lo que no podemos olvidar es que Ana está en un sistema familiar ahora mismo que, con sus errores, ha podido ayudarle a promocionar y a desarrollar su mirada resiliente, que es el objetivo de todo esto. Podríamos hablar de muchos de los niños, niñas y adolescentes con los que trabajamos. Además, es muy cuidadora, es muy capaz de empatizar con el dolor, la tristeza…
¿Por qué es una historia de resiliencia?
José Castillo: Cuando aquí utilizamos la palabra resiliencia, la definimos muy claramente. En este caso, estos niños, si no tienen esa resiliencia, no tirarían para adelante. Es así de simple. Son seres indefensos, son bebés muchas veces. Cuando conoces las historias de vida de los adolescentes, niños y niñas con quienes trabajas, te das cuenta de que o ha habido un factor de resiliencia o no tiran. Si no es la resiliencia primaria, que es la que solemos ofrecer los papás y las mamás, y estos no suelen tenerla, es con la secundaria, que sí tiene que ver con el apoyo y la red profesional que damos las trabajadoras y los trabajadores sociales.
Aurora Alós: Es sacar las potencialidades de los más pequeños para poder sobrellevar esas mochilas que llevan. Una de las cosas que, a veces, se nos olvida a los profesionales del Trabajo Social es mirar las fortalezas de las personas que tenemos delante y no tanto las debilidades. Es sacar lo mejor de cada uno. Y con los niños, niñas y adolescentes es un trabajo muy chulo porque, además, tienen esa capacidad de culpabilizarse de lo que les ha pasado y de tener la autoestima baja. Si tú les enseñas el otro lado, lo fuertes que son, todo lo positivo que tienen, eso te ayuda en tu relación terapéutica y para que ellos se lo vayan creyendo. Eso es la resiliencia, a fin de cuentas.