Raquel Fuster es una de las catorce trabajadoras sociales sanitarias (de una gran plantilla) del Hospital Universitario y Politécnico La Fe. Tesorera del Colegio Oficial de Trabajo Social de València (COTSV) desde hace unos meses, Fuster también da clases de preparación de oposiciones a nivel privado y tiene un blog en el que habla del Trabajo Social sanitario. Lleva a sus espaldas más de quince años de experiencia como trabajadora social sanitaria, pero conoce la administración sanitaria desde mucho antes. Es la primera colegiada que se ha atrevido en dar la cara en esta sección de la web del COTSV. ¡Estrenamos espacio!
¿Qué es una trabajadora social sanitaria?
Una trabajadora social sanitaria es aquella profesional del Trabajo Social que trabaja en la administración sanitaria: en hospitales, centros de salud, unidades de conductas adictivas, centros de salud sexual y reproductiva, unidades de apoyo… Lo que pasa es que no estamos reconocidas como profesión sanitaria porque la ley de ordenación de profesiones sanitarias no lo recoge. Es decir, nosotras nos autollamamos trabajadoras sociales sanitarias. Queremos que se nos reconozca como trabajadoras sociales sanitarias y, por eso, la primera forma es nombrarnos de esa manera y, luego, que nos nombren y nos reconozcan como tal. Queremos que se nos reconozca porque estamos haciendo lo mismo que otros sanitarios que ya tienen ese reconocimientos: estamos escribiendo en la historia clínica, participamos en la asistencia del paciente desde una atención integral y biopsicosocial, participamos en la prevención y recuperación de la salud, en el tratamiento y la continuidad asistencial… Somos miembros de los equipos multidisciplinares porque, además de que nuestra formación universitaria tiene ya la especialidad de salud y, por tanto, a nivel universitario ya tenemos formación específica en sanidad, tenemos una unificación de criterios en los protocolos y los programas de atención a la salud en los que participamos.
¿Qué ventajas tendría ser personal sanitario, que ahora no tenéis?
De entrada, un reconocimiento. Llevamos en el sistema sanitario casi un siglo y es algo que merecemos por derecho. El hecho de ser personal sanitario, realmente, va a hacer más fácil la participación dentro de los equipos de salud y de los equipos de trabajo, dentro del sistema sanitario y nos va a dar acceso a una formación especializada que, en estos momentos, se nos está negando. No se nos deja participar en formación que sí tienen nuestros compañeros que hay en los equipos de trabajo, es decir, formación dirigida a la atención integral y a la atención biopsicosocial donde sí que está enfermería, psicología… No obstante, nosotras no podemos hacer esa formación.
¿Qué te llevó a estudiar Trabajo Social?
Cuando era joven fui una vez a Servicios Sociales a que me atendiera una trabajadora social, pero salí muy enfadada. Dije ‘voy a hacer Trabajo Social para que aprenda’. Mis expectativas como usuarias no eran reales. La trabajadora social que a mí me atendió, realmente, no lo hizo mal porque se preocupó por mí y me ofreció lo que en esos momentos ella podía ofrecerme, que era poco. Lo que pasa es que, a lo mejor, me hubiera faltado la explicación de ‘no tengo nada más que te pueda ofrecer, me preocupa lo que cuentas, te intento ayudar’. Ahora lo veo de otra manera.
¿Qué crees que ha cambiado en el Trabajo Social de aquella época en cuanto a lo que viste y recibiste?
Si ahora yo apareciera en una oficina de Servicios Sociales con misma casuística, ha cambiado bastante, a mejor, en cuanto a estructuras, sistemas y recursos. En cuanto a la profesional que me atendió, si tu tienes mucho más abanico de intervención y derivación, posiblemente habría sido muy distinto. Haces de acuerdo con lo que tienes.
¿Existe un problema de recursos?
Existe un problema muy importante de recursos, el más grave. Aparte de que hay un problema en cuanto a cantidad y diversidad de recursos, existe otro grave problema y es la lentitud en la obtención de esos recursos. Hoy he atendido a varias personas, una de ellas me preocupa más. Es una persona con ingresos 0, que está sola, tiene el apoyo de su hermano y tiene una enfermedad muy grave. Yo le he dicho que podemos tramitar la dependencia, el Ingreso Mínimo Vital (IMV) e incluso la Renta Valenciana de Inclusión (RVI), con lo cual sí existen cosas, pero creo que posiblemente fallezca antes de cobrarla. (silencio) Eso no tiene nombre, pero es así.
¿Con qué tipo de usuarios trabajas?
Las trabajadoras sociales sanitarias trabajamos siempre con temas muy vinculados a la salud, mayoritariamente con personas enfermas, aunque se puede trabajar en la prevención y la promoción de la salud, hacer programas comunitarios… Ahora, con el tema de la pandemia, se puede hacer un trabajo grupal, pero el groso de nuestro trabajo es el trabajo individualizado con el paciente y la familia. Depende de dónde estás ubicada, hay una problemática u otra asociada. Por ejemplo, en mi caso, trabajando en un hospital de agudos desde hace unos 15 años, te das cuenta que cada patología lleva asociado, con mucha frecuencia, un estilo de vida o una situación social similar.
¿Eso quiere decir que hay una relación entre el nivel socioeconómico y la salud de la persona?
Más que con el nivel socioeconómico, con el estilo de vida, que no siempre está relacionado directamente con el nivel socioeconómico. Por ejemplo, en cardiología te encuentras un perfil de gente más autónoma, que tiene un nivel de estrés más elevado, tal vez, más consumidor de cocaína. Es un perfil social que tiene asociada una patología. No quiere decir que todos los que están en cardiología tienen ese problema, pero sí te das cuenta de que en esa especialidad hay más. En psiquiatría, te encuentras generalmente, asociado con la enfermedad, gente que habitualmente tiene menos apoyo familiar que en otros servicios y que tienen una vida laboral más corta o que se interrumpe con más frecuencia. No todos, pero el estilo de vida suele estar asociado con el servicio. Llama la atención.
¿Qué echas en falta de los poderes públicos como profesional del Trabajo Social?
Echo en falta que me reconozcan como profesión sanitaria. Hay veces que parece que se van a producir cambios y no llegan a la gente. Ahora, por ejemplo, hay mucha movilización con el tema de la vivienda en Valencia, de momento, tenemos un mes de plazo para solicitar. Eso ya no me gusta. ¿Solamente pueden necesitar vivienda del 1 al 30 de un mes? Y con ese mes se abrirá una bolsa de vivienda que durará cuatro años. Hay cosas que ni las entiendo ni las voy a entender nunca. Las trabajadoras sociales sanitarias tenemos muchas ganas de trabajar, pero no nos dan herramientas y ya no me refiero a que nos den dinero… Dame tres aplicaciones informáticas para que no tenga que estar llamando a mis compañeras de los ayuntamientos y de la Conselleria y que yo pueda entrar directamente a ver el expediente de mi paciente. Tengo una persona que le he pedido una pensión no contributiva que en octubre ha hecho dos años. No he conseguido hablar con la persona que lleva su expediente. He mandado correos, por registro departamental… Me falta mandar cartas certificadas. Yo no puedo hacer nada y eso que trabajo en la Administración, no puedo entrar a ver su expediente. Se trata de una mujer que está enferma, por eso, la llevo yo. Y como está enferma con dolor en casa acostada que no se levanta de la cama, soy yo la que tengo que defenderla, pero no me cogen el teléfono. Ya le he dicho ‘Al final vas a tener razón y a lo mejor acabas no cobrándola’.
Entonces, ¿existe una descoordinación sociosanitaria?
Por supuesto que existe una descoordinación sociosanitaria. Hace 15 años, cuando me saqué la oposición ya había un tema de la coordinación sociosanitaria. Estudiaba ese tema y pensaba ‘¡qué fácil es!’, pero 15 años más tarde es papel mojado. No hay coordinación sociosanitaria porque no hay suficiente voluntad. Habrá gente que sí que quiera, pero hay por ahí unas barreras insalvables al parecer. Con el tema de la pandemia, y cuando tienen interés, sí que hay coordinación sociosanitaria. La coordinación se empieza desde arriba porque, si desde arriba te coordinas, los de abajo funcionamos muy bien. Tú me das herramientas y te lo transformo todo. Tú no me das nada y estoy luchando por una pensión no contributiva dos años llorando con mi paciente. (silencio)
Comentabas que con el tema de la pandemia se han hecho cosas. ¿Qué tareas excepcionales has estado haciendo desde que empezó?
Ha habido dos momentos clave en el trabajo. Uno ha sido al principio de la pandemia, el sentimiento que había en el hospital era ‘se va a colapsar y van a empezar a llegar mogollón de pacientes’, entonces hay que prepararse para el tsunami. Eso es lo que se vivió en ese momento. Se paralizaron las consultas, iba a trabajar con las calles vacías y el hospital estaba medio vacío también. Nosotras, que somos catorce en el hospital, hicimos tres grupos de trabajo: uno era el equipo de apoyo, que era el equipo COVID-19; otro era el equipo de contención, que era para que llegara todo lo demás; y un tercio de nosotras nos quedábamos en domicilio, el equipo de reserva. Esto lo íbamos variando semanalmente. De ahí empezaron a llegar instrucciones de las consellerias, día sí y día también, coordinándose y diciéndonos: ‘Ahora se va a abrir el hospital de campaña, ahora se van a abrir los hoteles medicalizados, ahora se van a abrir los CATE (Centro de Alojamiento Temporal de Emergencias)…’. Aprovechando diferentes instalaciones para vaciar una cama de hospital y que no la ocupara una persona, se pedía alojamiento temporal en un CATE y de allí ya se iría a una residencia o al recurso correspondiente. Hubo una movilización muy grande. Además, teníamos reuniones todos los días. Estábamos constantemente buscando soluciones a problemas que no habían llegado todavía. Ahí se demostró que, si hay voluntad política, las cosas van de otra manera.
¿Qué es lo más difícil en esta situación para el profesional del Trabajo Social?
Hicimos un programa de planificación al alta en el momento del coronavirus y lo que queríamos es que se hiciera un cribado para que se preguntara al paciente que ingresaba con COVID-19 positivo, por un lado, si estaba solo o era cuidador de alguien y, por el otro lado, si ingresaba solo y no daba ningún número de teléfono, es decir, saber si no había apoyo familiar. Muchas veces, al salir del hospital, el paciente necesita una convalecencia, unos cuidados que habitualmente los da la familia. Pero si no tiene familia, dímelo cuanto antes y así podemos movilizar los recursos. Además, al alta, lo que se va a pedir a la persona con COVID-19 es que guarde una cuarentena. Eso significa, por un lado, cumplir las medidas de aislamiento y, por otro lado, tener cubiertas las necesidades básicas con ese aislamiento y que sea autónomo. Cuando ellos dicen ‘no puedo’, ahí es cuando tengo el problema. Imagínate una persona con COVID-19 que está sola, no puede salir de casa, no tiene ingresos… a mí no me han dado ningún recurso. Yo les informo, porque no tengo recursos para darle. El mayor problema que tengo es que me derivan los casos y, a veces, no tengo nada para darles.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
Lo que más me gusta es cuando te dan las gracias y te dicen: ¡Qué bien!’. Se les ilumina la cara porque les estás dando una información que hace que puedan ver su situación con esperanza. Se estaban viendo que caían a un pozo sin fondo y tú les acabas de plantar una red. Esa cara de luz. También cuando hay gente que viene a hablar conmigo y sale más fuerte, por ejemplo, la mujer de la pensión no contributiva de la que hablaba antes. Todavía me llama. Me doy cuenta de que le transmito energía y esperanza, le doy fuerza. La gratitud que muestra me llena. Luego, hay otra situación que también me gusta, que es el reconocimiento por los compañeros y las compañeras de los equipos profesionales.
¿Qué le dirías a una persona que quiere estudiar Trabajo Social pero tiene dudas?
Hay que tener vocación. De trabajadora social no te vas a hacer rica y tampoco vas a estar muy bien vista. El otro día mi hija me dijo: ‘Hay una persona sin techo’. Yo le respondí: ‘¿Quién? Lo conozco’. Me repreguntó: ‘¿Conoces a todos los sin techos?’, a lo que le contesté: ‘A casi todos’. Pues tienes muchas posibilidades de conocer a muchos sin techo y a muy pocos ministros, con lo cual te tiene que gustar la relación con las personas, que quieras ayudar y que eso te haga sentir bien. Lo suficientemente bien como para querer dedicarte a eso.